Documento presentado conjuntamente por las agrupaciones Locos, Tumberos y Faloperos (LTF), La Mella, Comunicación por la Libertad (CXL) y Atrapamuros, en el marco del 4° Foro Nacional de Educación para el Cambio Social, el Sábado 9 de Junio de 2012, en Rosario, Santa Fé, República Argentina.
Trabajo en Cárceles: Nuestra acción, adentro y afuera:
I.
Violaciones sistemáticas a los derechos humanos, muertes
diarias invisibilizadas por la opinión pública, terrorismo de estado en
democracia, corrupción estructural, negocio millonario para pocos,
discriminación, racismo, esclavitud racionalizada, multiplicación de
desigualdades extramuros y caldo de cultivo del conflicto social que en teoría
pretende atemperar.
La cárcel no es más ni menos que eso.
En la Argentina hay aproximadamente 65 mil personas
privadas de su libertad por el Estado, de las cuales casi el 70% son
procesados, es decir inocentes.
La sobrepoblación alcanza el 80%, lo que significa que
las cárceles argentinas albergan casi el doble de las personas que su capacidad
edilicia les permite.
El número de personas encarceladas en las últimas
décadas aumenta a un ritmo 9 veces mayor que la población general.
Este crecimiento –vale decirlo- no guarda relación
alguna con la frecuencia delictual, sino que depende estrictamente de políticas
estatales premeditadas, diseñadas por potencias foráneas, a base de prácticas
como la “mano dura” o la “tolerancia cero” y/o teorías tales como el “actuarialismo”
o el “derecho penal del enemigo”, en boga principalmente después de la caída de
las Torres Gemelas, en Nueva York, el 11
de septiembre de 2001.
II.
El sistema penitenciario suele ser un negocio
sumamente rentable para quienes lo comandan (autoridades políticas, directores
de unidades y complejos. y en menor medida los guardias de los servicios
penitenciarios).
La comida, el trabajo y la salud de las personas
presas se convierten en un “negociado de malversaciones” en el que los
funcionarios embolsan –en beneficio propio- los recursos que el Estado provee
–teóricamente- para garantizar la dignidad de las personas encerradas.
Las drogas, los celulares, las celdas vip y demás
beneficios adentro de una cárcel están sumamente cotizados.
Pequeños “kioscos” administrados conjuntamente por
presos y penitenciarios, en connivencia con autoridades de mayor rango,
contribuyen a que la estadía en la cárcel, sea una verdadera carrera de
supervivencia, en el que “todo vale”, con tal de superar las dificultades
naturales que impone esta jaula miserable.
La lógica de premios y castigos avalada expresamente
por la normativa vigente, no hace más que realzar la individualidad de cada una
de las personas privadas de su libertad, en detrimento de cualquier actividad
llevada adelante en conjunto.
Sin embargo, a través de una lucha constante y larga, dentro
y fuera de los muros, hoy existen numerosos centros de estudiantes (Penal de
Devoto, Ezeiza mujeres y varones, Unidad 48 de San Martín, Unidad 31 de
Florencio Varela, etc.), encuentros inter-carcelarios y reclamos conjuntos; clara
muestra que la organización entre los internos no es una utopía, sino, una
realidad.
Lo dicho no puede tomarse como algo normal, no hay que
acostumbrarse. Que la
organización crezca día a día y de distintas formas es completamente posible.
III.
En lo que va del año, en el complejo penitenciario de
José León Suarez en la
Provincia de Buenos Aires, murieron 5 personas.
Patricio Barrios Cisneros fue asesinado a golpes por
diez guardias penitenciarios delante de su mujer embarazada. Le saltaron en el
pecho hasta matarlo.
¿La razón? Su hermano había denunciado que los
guardias penitenciarios lo sacaban a robar para ellos. La versión oficial del
servicio fue que se había golpeado contra las rejas auto-lesionándose hasta morir.
El fiscal estaba presto a aceptar esta versión, pero
más de diez testigos presenciaron el hecho y declararon, por lo que los
penitenciarios imputados terminaron dándose a la fuga, con la ayuda de sus
colegas y el “visto bueno” de la fiscalía que a las dos semanas de los hechos todavía
no había pedido la captura internacional.
Lo dicho es sólo un ejemplo de la impunidad con que se
manejan los guardias y directores de los servicios penitenciarios, corroborando
completamente lo que hasta ahora venimos denunciando.
En la provincia de Buenos Aires no hay un solo guardia
condenado por torturas o por homicidio. Los fiscales y los jueces avalan las
prácticas en lugar de denunciarlas y condenarlas.
La política de derechos humanos no parece alcanzar a
los penales. Por el contrario, el manejo penitenciario se asemeja
ostensiblemente al de los campos de concentración.
IV.
Mientras tanto, los gobiernos nada hacen para cambiar
el rumbo de los acontecimientos o lo que intentan hacer no va en la orientación
que nosotros consideramos correcta.
De nada sirve trasladar un penal de una ciudad a otra,
como se pretende realizar con la cárcel de Devoto (sólo a los fines de
salvaguardar los intereses clasistas de los vecinos de uno de los barrios más
adinerados de la Ciudad de Buenos Aires) ni –mucho menos- construir nuevas
unidades, como las que se están edificando en Mendoza o en el Noroeste
argentino (ambas, verdaderos “monstruos arquitectónicos”).
Por el contrario, consideramos de vital importancia,
que las autoridades decreten formalmente la prohibición de construir nuevas
cárceles y la necesidad de abordar la problemática social denominada “delito”,
desde mecanismos de regulación de conflictos más eficaces.
Idéntico criterio, asumió la hoy vigente ley nacional
de salud mental, N° 26.657, con los manicomios –primos hermanos de la cárcel- y
el resultado hasta ahora es satisfactorio.
Su artículo 27 expresa con contundencia que “Queda
prohibida por la presente ley la creación de nuevos manicomios, neuropsiquiátricos
o instituciones de internación monovalentes públicos o privados”.
No estaría mal seguir este ejemplo.
La cárcel (y no sólo su realidad), nos indigna y moviliza.
Especialmente que aún se sostenga desde el discurso dominante que de esta
manera se “soluciona algún conflicto”, “se combate la inseguridad” o se
“resocializa” a los que pasan por sus celdas.
Mejorar las condiciones de encierro y reivindicar el
legitimo ejercicio de los derechos humanos de las personas privadas de su
libertad es una necesidad inmediata, insoslayable, de vida o muerte, pero
también lo es luchar en forma organizada para erradicar progresivamente el
campo operativo de esta estructura demencial, enfatizando que su eventual
abolición no es una mera utopía sino una construcción político-cultural, que no
obstante sonar hoy lejana, debe de una vez por todas, iniciar su camino.
De nosotros depende asumir la responsabilidad de dar
los primeros pasos en esta dirección.
ATRAPAMUROS – COMUNICACIÓN X LA LIBERTAD (CXL)
LA MELLA – LOCOS, TUMBEROS Y FALOPEROS (LTF)