30/4/12

La voracidad del verbo ser II


Hay quienes sólo existen fluctuando en una procesión aleatoria de significantes. “Pantalón vaquero y botas”. Sí, para él eso es una mujer. O tal vez “hoy, mañana y el año que viene, fui”. Es que aún no encontró un punto de anclaje. Secuencia infinita. Permanecen detenidos en una imagen que, una vez les otorgó el espejo de un otro. Le dio un ser frágil, a través de un puñado de palabras indelebles: "vos sos mi vida". Juntura de pedazos, que desde lejos, parece uno.

Otros, llevan una existencia itinerante, buscando por ahí alguien que se apiade y les diga quiénes son. Van vagando, buscando un amo, que les otorgue un ser cuya propiedad intrínseca es la de ser descartable. (¿descartable el ser o el amo?). Hay existencias incuestionables porque poseen artilugios que obturan cualquier agujero, hay quienes cuestionan su existencia.

Y así, entre el ser que devora y el otro que aprisiona; el Todo que puede encarnar en cualquier mortal y el que se siente Nada;   hay una cuestión que es indudable: existir duele.
Frente a tan humana problemática, múltiples recursos para aliviar semejante dolor: un trago para ver mejor; o quizás una frase filosa, pero escrita, nacida a tiempo; un sueño; una línea, una fantasía, una profesión; un síntoma; una palabra que cristalice un ser (Soy Adicto. Soy Ex Adicto, Soy Tumbero, Soy Artista).



Decime quién soy,

Sos imposible,

Decime quién sos,

Soy el origen de tu transparecia,

De tu inconsistencia

Lo que podría hacerte ser Nada.

Decíme.

Habláme.

(Silencio)

Entonces, si hay silencio, hay esperanza. El silencio, no siempre es ausencia. Puede ser espacio, traería oxígeno.

Ahí donde hay silencio, hay posibilidad de hacerse escuchar y de escucharse.

Un lugar donde alojarse, para descansar de ser o no ser.

Podría ser, el silencio,  tiempo propicio para crear.
Mariela Silva